Los dos relatos que se recogen en el presente volumen fueron publicados originalmente en The Burning Mirror (2000), una colección heterogénea en cuanto a forma y temática, muy característica del estilo polimórfico del autor, que fue nominada al premio Saltire Society Scottish First Book of the Year en 2001. El primero de ellos, «The Queens of Govan», fue adaptado como libreto para la Scottish Opera, dentro de su proyecto «Five: 15» en 2008. En él, Saadi nos presenta a una joven protagonista, Ruby, que debe navegar por las difíciles aguas de la interculturalidad en un ambiente cargado de amenazas. A través de este personaje, el autor explora las dificultades de existir en medio de referentes culturales a los que se tiene un fuerte apego emocional, pero que pueden resultar dañinos, así como la necesidad de llevar una doble vida en un entorno en el que la pertenencia a la colectividad se percibe siempre de manera incompleta. El intersticio que ocupa Ruby se ve reflejado no solo en su edad, en la transición a la edad adulta, sino también en su heteroglosia: utiliza un inglés standard intercalado constantemente por palabras y expresiones en Glasgow Patter, el dialecto propio de la ciudad escocesa, al que se suman términos en urdu y punyabi, recogidos en un glosario final. Esta decisión del autor es la que se ha respetado en esta traducción, pues contribuye a la desestabilización del concepto de «normalidad» a la hora de interpretar quién es el lector ideal del texto y qué códigos culturales debe conocer para descifrarlo. Así, pues, quedarse fuera de este marco de referencia revierte la situación de extrañeza determinada por la norma lingüística, que, a fin de cuentas, es un reflejo de la norma social, ya que, como afirma Saadi, «al final de la política (
) está el lenguaje» (2006b: 134). El título del relato juega con el nombre de uno de sus personajes, Qaisara («reina»), la jefa de Ruby en el establecimiento de venta de kebab en el que trabaja. Esta mujer fuerte, decidida e independiente en el pequeño reino que ha construido, es el único referente positivo en un entorno en el que las identidades han quedado dañadas irreversiblemente: los hombres de su familia, castrados emocionalmente, caen en adicciones (al alcohol, a la televisión); y su madre ha tenido que adoptar el papel de cuidadora de los restos que han quedado tras el naufragio. Sin embargo, esta pérdida de la masculinidad, que debe ser suplida por la fuerza de las mujeres, como Qaisara, no afecta solo a la comunidad paquistaní, sino también a la población blanca de Glasgow. Saadi ambienta el relato en Govan, una de las áreas de clase trabajadora que más se vio afectada por las consecuencias de las políticas neoliberales thatcheristas y por la drástica desindustrialización de la que había sido la «segunda ciudad del Imperio» a finales del siglo xix y principios del siglo xx, especialmente con el cierre de sus astilleros. Esta pérdida de valores masculinos asociados a una conciencia de clase se ve reflejada en el relato en los hábitos desmedidos de consumo de alcohol y otras sustancias, en la proyección de los vínculos colectivos al ámbito deportivo y religioso, por ejemplo, en la mención a la violencia de quienes portan las bufandas azules de los Rangers, uno de los equipos de fútbol locales, o en las marchas orangistas, y en la transferencia de la ira causada por este vacío hacia quienes son identificados como extraños, mayoritariamente la comunidad paquistaní. Saadi explora en su texto los procesos que intervienen en la cosificación del otro a través de la metáfora del kebab, convertido en objeto de consumo, como lo es Ruby al principio de la historia, cuando es acorralada en un callejón por un hombre blanco, del que consigue escapar finalmente. Todas estas tensiones laten en una cuidad atravesada por el río Clyde, que aparece como arteria principal en una urbe postimperial agónica llena de contradicciones y reticencias. Las frías aguas del Clyde, antaño símbolo de la actividad colonial, industrial y comercial de Glasgow, arrastran a Ruby a una oscuridad insalvable, a un destino solo aceptable dentro de los parámetros resilientes de Qaisara, la reina de Govan.
La oscuridad es precisamente el tema del siguiente relato que, como su propio título indica, es un texto tenebroso, narrado en primera persona por un ente abstracto que se sitúa al margen de la existencia y reflexiona sobre la concreción de la humanidad, la fascinación de la vida y la brutalidad de la experiencia. Ajeno a las emociones humanas y las sensaciones corporales, anhela, no obstante, su imperfección, los vínculos que nos atan a los espacios y a otras personas, la plenitud de la felicidad momentánea que apenas se logra atisbar. Este vacío es el sustrato de la nada que se opone al todo fugaz que supone la inocencia de una niña pequeña o un bebé que acaba de nacer. La estructura circular del texto enfatiza la atemporalidad de esta fuerza, que no es creadora ni destructora de vida, si bien refleja las tinieblas más oscuras del alma humana. Este texto es un ejemplo de la profunda reflexividad de Suhayl Saadi, de la «forma de mandala» que tiene gran parte de su narrativa y con la que consigue «conectar el microcosmos con el macrocosmos» (Saadi 2006b: 132), invitando a su público lector a construir significados, a través de unas imágenes muy vívidas que remueven emociones disímiles. En sus reflexiones sobre el proceso creativo y la motivación de su escritura, Saadi se ha referido a The Burning Mirror como una colección de «ficción urbana alucinógena y de alto octanaje» (2006b: 118), una descripción que se ajusta, sin lugar a duda, a los dos relatos incluidos en el presente volumen.
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