Si quieres saber quien es Mauro Aladro, te diré que es ese héroe que ejerce discreto, que soporta mejor las almorranas que a los pelmazos, que se maneja con elegancia británica mientras hace zig-zag por el Mundo/ el Muro en pelota viva, sin esperanza y sin bicicleta pero sonriente como un niño con un Winchester el día de Reyes. Mauro Aladro junta letras de oído o de odio, según venga el nordeste, mientras canta por lo civil las coplas del mundo mascota, de la sociedad majadera y paleta que huele a sobaco y en la que le ha tocado ejercer de filósofo, de artista, de templado opinador, de amante destemplado o posesivo, de insolvente y de insolente. Amante de las mujeres que le afi lan como un lápiz hb con el que luego escribe relatos de personas que se desviven por vivir o se desarman de amor.
Aladro es un buen compañero para visitar una exposición de radiografías de tumores, para tomar cafés metálicos con Pessoa o Mendoza hablando con ellos de vidas fileteadas, de rupturas heterónimas, de amputaciones que dejan para siempre el escozor del miembro fantasma de ella.
Del prólogo de Jaime Poncela
La pasión según Mauro Aladro
Prólogo de Jaime Poncela
Colección: Octavo Mayor
Materia: Literatura asturiana