Cuando un texto se hace público se tiene la impresión de haber alcanzado ese mundo de lo absoluto expuesto tan sólo a la interpretación del lector. Por eso, cuando uno se propone escribir sobre el relato Il Finimondo, sólo cabe explorar en ese territorio nebuloso e infinito de la conciencia, para expurgar casi quirúrgicamente las claves que hicieron posible el texto.
Con frecuencia, a poco que una idea o una imagen iluminan la escritura, sin querer, casi sin percibirlo, el que escribe cruza una frontera, tal vez la que limita el mundo real del de la imaginación, y entonces ya no importa nada, ni siquiera la osadía o la aventura de otros mundos, tan sólo aquello que es sometido y vinculado imperativamente a reglas del mundo a crear.
Texto obtenido del epílogo del libro Il Finimondo.