En fin, que aquí he regresado, al lugar de partida, y por completar el ciclo, al final del viaje, tras deambular de acá para allá, agotando al galope los días, un absurdo prolongado. Cuando ponga el punto y final a este cuaderno en que he escrito, ella descansará por fin, o al menos yo la dejaré descansar, reconciliado con su memoria. Se cerrará de este modo el intermedio de vida, un oasis o tal vez un espejismo, un paréntesis nada más en todo caso, comenzado cuando aquella extraña y espléndida mujer regresó a Tierra de Besar, tal vez enferma, tal vez cansada de sus correrías parisinas. Porque he vuelto a Tierra de Besar para morir y, depurado de mis recuerdos, reconciliado con sus protagonistas, pobres seres desgraciados a quienes eligió un mal hado, moriré tranquilo, no digo que en paz, porque presiento que hasta en la tumba, hasta que mis huesos sean materia quebradiza, también yo como Palinuro sufriré el desasosiego de la existencia…